miércoles, 3 de septiembre de 2008

Dialectica

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*Licenciado en Educación, mención Filosofía – UCAB. Especialista en Docencia en Educación Superior – UC. MSc.
Desarrollo Curricular. Profesor adscrito al Departamento de Filosofía de la Facultad de Ciencias de la Educación, Jefe de la
Cátedra “Ética del Docente”. Autor de “Ética, Locura y Muerte” (2001), y “Ética, Locura y Muerte” , segunda parte (2003).
“Teoría del Conocimiento” (2004); entre otros.
RESUMEN
La filosofía marxista es un sistema de pensamiento compacto y cerrado en su propio materialismo. Y es
precisamente, desde una ontología materialista, el punto de partida de su concepción de la realidad, del
hombre y del desarrollo histórico de la sociedad. En su estructura de pensamiento propone la lucha por una
sociedad de iguales, en donde la clase revolucionaria construiría la sociedad comunista como última etapa de
la historia, para lo cual se hace necesaria la eliminación de toda ideología y de toda estructura social imperialista
y capitalista. Lo diferente a la revolución tiene que ser eliminado. Lo no marxista, tiene que morir.
Palabras Clave: Marxismo. Materialismo. Revolución.
ETHIC OF THE DIALECTIC MATERIALISM
ABSTRACT
Marxist philosophy is a system of compact thought closed in its own materialism. And, it is from a materialistic
ontology the starting point of its conception of reality about human being and historical development of society.
Its knowledge schema implies the struggle for equity in society, where the revolutionary class would build up
the communist society as the last phase in history. To achieve such a goal, it is necessary to eliminate ideology,
in general, as well as every single social, imperialist and capitalist society. Everything different from revolution
ought to be eliminated. Everything different from Marxism is bound to die.
Key Words: Marxism. Materialism. Revolution.
LA ÉTICA DEL
MATERIALISMO
DIALÉCTICO
Autor: Prof. Gerardo Barbera*
barbera@uc.edu.ve
Facultad de Ciencias de Ciencias de la Educación
Universidad de Carabobo
Valencia - Edo. Carabobo, Venezuela
Revista Educación en Valores
La ética del materialismo dialéctico • Gerardo Barbera • PP 96-108
Año 3 / Vol. 1 / No. 5. Valencia, Enero - Junio 2006
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LA ÉTICA DEL MATERIALISMO
DIALÉCTICO
Para la mejor comprensión de los fundamentos
epistemológicos y éticos del marxismo, se requiere
exponer su ontología, ya que la teoría del
conocimiento y la ética propuesta por el materialismo
dialéctico es consecuencia coherente y lógica de sus
postulados materialistas, que es sin lugar a duda uno
de los sistemas de mayor solidez interna, si se
aceptan sus puntos de partida. Núñez Tenorio
(1978), en su libro “Introducción a la sociología
marxista”, presenta una síntesis de la filosofía marxista:
El materialismo histórico es una ciencia social.
Es una de las cuatro partes teóricas que
integran la doctrina científica y revolucionaria
del marxismo-leninismo. En efecto, el
marxismo-leninismo tiene sus fundamentos en:
- El materialismo dialéctico, como filosofía
científica y revolucionaria;
- El materialismo histórico, como ciencia
general acerca del desarrollo histórico de la
sociedad humana;
- La economía política, como ciencia
particular sobre la estructura económica de
la sociedad capitalista; en fin,
- La teoría del socialismo y el comunismo,
como guía teórica y orientación práctica de
las luchas revolucionarias del proletariado y
las masas populares antes y después de la
conquista del poder político. (p 8)
Desde el punto de vista cognoscitivo, el marxismo
es dogmáticamente realista, toma el mundo tal cual
como es, desde un objetivismo puro, sin prejuicios
valorativos, sin categorías existenciales; la realidad
se descubre tal cual como es en sí, sin necesidad de
interpretaciones subjetivistas y alienantes.
El marxismo afirma, que la realidad en su totalidad
es materia inmanente en sí misma, sin ninguna
referencia metafísica. Se plantea como un sistema
de pensamiento que niega la existencia de la
metafísica y de cualquier intento de trascendencia
en un más allá espiritual. El hombre, como parte de
la realidad es naturaleza material en todas sus
manifestaciones y dimensiones, se propone una moral
materialista, que se reduce a lo social. Yajot (1976),
en su clásico texto, “Qué es el materialismo
dialéctico”, plantea el materialismo radical de la
filosofía marxista, con todas sus consecuencias:
El materialismo, en cambio, enseña que la
materia, la naturaleza, ha existido
eternamente. Jamás ha sido creada por nadie.
Semejante concepción del desarrollo del
mundo no deja lugar para una suprema fuerza
celestial: Dios. Este no es necesario: el mundo
se ha desarrollado eternamente sin su
intervención. De esta manera, el materialismo
lleva a la negación de Dios. El materialismo
va unido ineluctablemente al ateísmo. Quien
es materialista es también, y de modo
inevitable, ateo. (p 52)
Pero no se trata de un materialismo ingenuo o
crudo, algo así como creer que la realidad es una
piedra fija, inmóvil, carente de vida o de movimiento.
Por el contrario, la naturaleza material se entiende
como movimiento eterno, que se halla en constante
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desarrollo en todas sus dimensiones y niveles, desde
la realidad subatómica, hasta el macro universo. Todo
el Universo es materia inmanente en constante
movimiento.
Por esto, el movimiento eterno de la materia se
desarrolla sujeto a leyes que le son intrínsecas a la
misma materia, y que no dependen de ninguna
voluntad espiritual o fantasmal, producto de la
imaginación mitológica del ser humano, de ahí, que
la moral es un problema científico y objetivo.
La teoría marxista del conocimiento, puede ser
definida como objetivista, ya que no duda de la
capacidad del hombre de conocer la realidad material.
Su epistemología supone que el hombre es capaz de
conocer la realidad tal cual es, que no existe nada
incognoscible en la realidad, solamente se trata de
encontrar el método adecuado para descubrir la
verdad, que se encuentra al descubrir las leyes del
movimiento dialéctico que rige a la naturaleza, las
cuales pueden ser descubiertas con el desarrollo
intrínseco del conocimiento teórico que se
fundamenta en la práctica.
Ahora bien, ¿cuál es realmente la ontología
propuesta por la tesis marxista? El marxismo coloca
a todos los sistemas filosóficos del pensamiento de
la humanidad en la encrucijada entre el espiritualismo
y el materialismo. Coloca ambas posturas frente a
frente, en una relación, en donde la elección de una,
implica la negación absoluta de la otra. Sin duda,
que el marxismo tiene razón en afirmar que no hay
punto intermedio o de equilibrio. O se es materialista,
o se es espiritualista. O se opta por una ética que
entiende una moral autónoma sujeta a la
responsabilidad personal, o se opta por una
conciencia que es reflejo de la realidad material y
sujeta a leyes objetivas de las mismas.
En lo esencial, se parte del concepto de
conciencia y la única referencia es la conciencia
humana. Se trata; por lo tanto, de suponer que esta
conciencia humana, que se muestra en apariencia
como distinta a la naturaleza material, no tiene origen
divino, sino que es producto del desarrollo dialéctico
de la materia. Todo cuanto existe es materia, por
muy sutil o diferente que pueda parecer a primera
vista. Por lo tanto, la disyuntiva se reduce a decidir
si existe una conciencia trascendente a la realidad
material.
En todo caso, ¿Qué es primero, la conciencia
espiritual o la materia? Dependiendo de la respuesta
que se le dé a esta pregunta, se define la esencia del
sistema filosófico. El marxismo opta por la primacía
de la materia, y en consecuencia, la conciencia
humana es fruto del desarrollo de la materia, y la
ética y la moral serían ciencias sociales tan objetivas
como la física.
En efecto, ¿Qué es lo primero, la naturaleza
material o el pensamiento?, la pregunta así planteada
solamente pretende ocultar la cuestión de fondo:
¿Existe Dios? Este es el interrogante fundamental, y
la respuesta para el marxismo es obvia: No. Sin
duda, desde la perspectiva marxista, la respuesta a
esta pregunta fundamental, divide los sistemas
filosóficos en dos bandos: materialista y espiritualistas.
De esta manera, el marxismo coloca las cosas en su
verdadero lugar.
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Por otra parte, el marxismo afirma que existen
dos opciones: el marxismo científico y los sistemas
filosóficos religiosos. El marxismo es ciencia; los
demás sistemas filosóficos hacen teología ideológica.
O se hace verdadera ciencia, o se hace teología, he
ahí la verdadera disyuntiva de toda la filosofía, según
el paradigma marxista.
En definitiva, los sistemas de pensamiento que
niegan la existencia de cualquier entidad trascendente,
o que niegan simplemente la existencia de Dios, y
afirman que las manifestaciones llamadas espirituales
son consecuencias del desarrollo de la materia,
parten de una filosofía materialista. Y quienes de
cualquier forma afirman la preexistencia del espíritu
son espiritualistas. Según la tesis marxista, los
primeros son científicos; los segundos, religiosos
enajenados.
Aunque parezca repetitivo, hay que insistir en la
naturaleza de esta opción materialista, no tanto, por
lo que implica para el materialismo, sino por lo que
este materialismo afirma de las demás corrientes del
pensamiento que no sea materialista.
En efecto, se trata de un gigantesco esfuerzo,
nunca antes realizado de colocar todos los sistemas
filosóficos dependientes del concepto de Dios. Se
reduce a toda la filosofía adversa a mitos y leyendas
enajenadoras de la conciencia del hombre. Desde
esta perspectiva, lo no marxista, carece de valor. Lo
no marxista, envenena a la raza humana. Lo no
marxista tiene que desaparecer. Lo no marxista tiene
que ser destruido en beneficio de la raza humana.
La destrucción de lo diferente es el primer paso hacia
la construcción de la verdadera y única ética marxista;
es decir, el marxismo no hace pacto, destruye; se
implanta la moral de mi grupo, quien no es marxista,
es el enemigo.
De hecho, tan radical es la postura del
materialismo marxista, que aún aquellos
materialismos naturalistas o vitalistas de buenas
intenciones, pueden ser considerados espiritualistas,
cuando tienden a divinizar a la naturaleza, o si se
prefiere, cuando conciben a la naturaleza material
con cierto grado de “conciencia inmaterial”, como
algo diferente a la conciencia del hombre.
De manera, que estos sistemas filosóficos deben
ser apartados del materialismo marxista, cuyos únicos
intérpretes verdaderos son los mismos marxistasleninistas.
Es por ello, que todo sistema filosófico
diferente al materialismo dialéctico es erróneo en sí,
por ser espiritualista, no existe ni siquiera la más
mínima posibilidad de que aquel sistema que no sea
marxista tenga valor como conocimiento, y siempre
aquellos que no son marxista practicarán una moral
errónea, por lo tanto, tiene que ser eliminada por el
bien de la raza humana, se repite el mismo principio,
lo no marxista tiene que morir.
Por esto, el mismo materialismo “ingenuo” y
mecanicista, al entender el movimiento como algo
exterior al objeto, puede dejar entrada a algo más
allá anterior a la materia, como origen del movimiento,
por lo tanto resulta ser “metafísico”. En este sentido
se comprende, que dentro de la concepción
materialista, propia del marxismo, el concepto de
materia es claro y distinto: la materia es lo único que
existe; por lo tanto, la conciencia es materia. Por ser
la conciencia materia en sí misma, posee la condición
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ontológica que le permite leer de forma natural y
objetiva la naturaleza de la realidad.
Desde la teoría del conocimiento y de la ética,
resulta ser que el sujeto y el objeto son idénticos en
cuanto a su naturaleza ontológica. Y esa es la
condición que permite el conocimiento objetivo de
todas las dimensiones del hombre, incluyendo el
aspecto moral. La epistemología marxista evita
desde el principio, gracias a su punto de partida
ontológico, lo que en la teoría del conocimiento se
conoce como “el problema del puente”. Ya no se
trata de una conciencia espiritual que se relaciona
con un mundo material, sino de un sujeto material en
relación con un objeto material. El conocimiento es
cuestión de continuidad material entre el sujeto y el
objeto, de ahí que la ética y la moral se convierten
en una ciencia objetiva.
Por lo demás, las filosofías clásicas anteriores al
marxismo partieron de la supuesta diferencia esencial
entre el sujeto y el objeto, dando prioridad a la
“dignidad y superioridad” del sujeto, de ahí que se
propuso una ética basada en la superioridad “de
algunos sujetos” sobre otros que fueron
considerados “objetos”.
En efecto, según el marxismo, la cuestión del
conocimiento verdadero, y con ello todas las
disciplinas filosóficas, especialmente la ética, fue
enfocada erróneamente en la supuesta diferencia de
naturaleza entre el sujeto y el objeto, que el marxismo
concibe ontológicamente como una misma naturaleza.
Queda claro, que el marxismo parte de la identidad
ontológica entre sujeto y objeto, unidos en una misma
y única naturaleza material del Universo.
Al respecto, Kuusinen (1960), define
excelentemente el concepto de materia del
marxismo, en los términos siguientes:
El materialismo filosófico marxista entiende
por materia la realidad objetiva en todas sus
variadas manifestaciones. No son sólo
materia las diminutas partículas de que están
formados todos los cuerpos. Lo es el infinito
números de mundos del Universo infinito, las
nubes de gas y de polvo que hay en el
cosmos; lo es nuestro sistema solar, con el
sol y los planetas, lo es la Tierra con todo
cuanto en ella existe. Son también materia
las radiaciones, los campos físicos
(electromagnéticos y nucleares) que
transmiten de unos cuerpos y partículas a
otros y que los unen entre sí. Todo cuanto
existe fuera de la conciencia e
independientemente de ella es abarcado por
el concepto de ella. (p 35)
De aquí se deduce el centro de la concepción
epistemológica del marxismo. Si el sujeto y el objeto
son de una misma naturaleza ontológica; entonces,
el conocimiento es el reflejo de la realidad objetiva
en la conciencia. Es decir, la materia objetiva se
refleja en una conciencia objetiva y material.
Ahora bien, la materia, desde el materialismo
dialéctico, a diferencia de los materialismos antiguos,
se entiende como una materia en constante y eterno
movimiento, de aquí que el movimiento forma parte
esencial de la concepción de la materia. Sólo existe
la materia en constante movimiento. El movimiento,
el cambio y el desarrollo constituyen una propiedad
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esencial de la materia. De manera que la concepción
de un ente esencial, o sustancia inmóvil e inmutable
no son más que viejos fantasmas del idealismo, o de
cualquier otra filosofía espiritualista. De allí pues, que
desde el punto de vista ético y moral, no existen
valores inmóviles o eternos, impuestos por algún ente
espiritual; todo valor responderá a un interés
particular de la clase dominante de turno.
De hecho, utilizando el lenguaje de la filosofía
clásica, Engels (1950), afirma: “El movimiento es la
forma de ser de la materia”. De esta manera, del
mismo modo como Aristóteles había afirmado la
imposibilidad de concebir la materia sin forma, el
marxismo, transformando el concepto aristotélico de
la “forma”, parte del supuesto ontológico de la
imposibilidad de concebir la materia sin la forma,
que para el marxismo, resulta ser el movimiento. Todo
ente material, en cada una de sus partículas o niveles
de existencia está dotado de movimiento, de cambio
y de desarrollo. Y en el caso de la ética y de la moral,
el movimiento se concibe como proceso histórico.
El marxismo habla de un movimiento que no se
reduce al desplazamiento en el espacio; sino, que
abarca la existencia de todo el universo material. No
existe el ente en reposo, o dado de una vez para
siempre; todas las cosas cambian y se desarrollan
constantemente. Lo que existe es el ser material que
se desarrolla de estados inferiores a estados
superiores.
En efecto, el marxismo asume,
consecuentemente, con sus postulados materialistas,
que la diferencia entre los objetos del mundo material
viene dada por la forma y no por la naturaleza, ya
que la materia es idéntica en sí misma en todas sus
manifestaciones finitas o infinitas. Y como la forma
de la materia es el movimiento, la pluralidad del ente
viene dada por la pluralidad de su forma o del
movimiento en cada ente. A la diversidad del ente
material corresponde la diversidad de su forma de
movimiento.
Por esto, el marxismo logra establecer “tipos”
de niveles de movimientos, para poder explicar los
diferentes niveles cualitativos del ente. Así por
ejemplo, establece que el movimiento más simple
de la materia corresponde al desplazamiento
mecánico de los cuerpos en el espacio. Después
colocaría a los movimientos del nivel químico de la
materia; luego, el nivel de la vida orgánica con su
respectiva evolución de las especies. Y en la cumbre
de sus niveles de movimiento se encontraría el
complejo movimiento de la vida social de la
humanidad. De tal manera, que la conducta moral
se reduce a un movimiento material, no diferente en
esencia al movimiento de las olas del mar.
De hecho, la ontología marxista comienza a
exhibir todo un complicado sistema de relaciones y
dependencias entre los distintos niveles de
movimientos, que generan sus respectivos niveles
distintos de manifestaciones del ente. El movimiento
mecánico se desarrolla y da origen a la actividad
química. La cual, aunque manteniendo propiedades
del movimiento mecánico, surge como un nivel de
existencia cualitativamente diferente y superior al
mecánico. El movimiento químico se desarrolla y se
transforma en movimiento orgánico. El movimiento
orgánico mantiene propiedades del movimiento
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mecánico y del movimiento químico; pero es
cualitativamente diferente y superior al movimiento
mecánico y al movimiento químico. Luego surge la
vida social del hombre, que mantiene propiedades
del movimiento mecánico, químico y orgánico; pero
es cualitativamente diferente y superior a todos los
movimientos anteriores, pero manteniendo la
identidad de naturaleza.
Ahora bien, la única manera que la materia tiene
de moverse en cualquiera de sus niveles de existencia
es en un espacio y tiempo determinado. Según el
marxismo, el espacio es la forma universal de la
manifestación existencial de la materia. No hay ni
puede haber ningún ente que pueda existir fuera del
espacio. Y esta relación de cualquier ente con el
espacio es inversa; no existe el espacio fuera del ente
concreto y objetivo. Por lo tanto, puede concebirse
el espacio finito como un ente finito si se ubica en
una cosa finita, pero puede entenderse el espacio
como infinito si se refiere al Universo como un ente
material.
Así pues, la existencia del ente en perpetuo
cambio y desarrollo, como transformación constante,
no solamente se da en un espacio determinado; sino,
que transcurre según un antes y un después. El ente
situado va transcurriendo de minuto a otro minuto,
de una hora tras otra, de un día a otro, de un mes a
otro, de un año a otro, de una vida a otra, todo ente
en movimiento, además de tener un espacio; tiene
un antes y un después: es temporal. Cada ente, cada
fenómeno del mundo material, cada experiencia
existencial, cada evento social tiene su pasado, su
presente y su futuro. Para el marxismo, eso es el
tiempo. De ahí que lo moral es histórico, determinado
por las vicisitudes de un espacio y de un tiempo
determinado.
Tenemos pues, que el tiempo y el espacio son
las condiciones formales y universales de la existencia
de la materia, y de todas las manifestaciones sociales.
La forma que determina la pluralidad del ente y sus
niveles de existencia es el movimiento. Y las
condiciones formales de existencia de todo ente son
el espacio y el tiempo; a su vez, tanto el movimiento,
el espacio y el tiempo sólo son posibles en el ente
objetivo. Cualquier interpretación del espacio o del
tiempo como independientes del ente objetivo, o de
la materia en general, deja la puerta abierta a la
metafísica idealista, y puede conducir a concepciones
como la del “Motor Inmóvil”; es decir, Dios.
De la misma manera como el espacio es finito en
el ente finito, e infinito en el Universo material; el
tiempo se manifiesta como duración temporal en el
ente finito y como eternidad con relación al Universo
material.
En lo esencial, el espacio y el tiempo unidos entre
sí, como forma de existencia, tanto del ente finito,
como del Universo en su totalidad material e infinita,
se encuentran vinculados inseparablemente a la
materia en constante movimiento. Por lo tanto, el
espacio no es un simple receptáculo “vacío” e
inmutable, de naturaleza diferente y transcendental a
la materia. De hecho, el espiritualismo es enajenación
y no puede dar razón de la verdadera naturaleza de
la realidad material del espacio. De igual modo, el
tiempo no es un fluir trascendente y extraño a la
materia, como de naturaleza distinta y especial. La
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filosofía espiritualista pretende presentar la naturaleza
del tiempo como algo “misterioso”, de otro mundo.
Finalmente, movimiento, espacio y tiempo son las
formas intrínsecas de existencia del ente real, finito y
concreto, y del Universo en su totalidad,
independientes a la conciencia del hombre, como
realidades con plenitud de objetividad y sujetas a
las leyes del materialismo dialéctico.
Evidentemente, la ontología marxista es la base
de la teoría materialista de la realidad: La dialéctica
materialista se considera como la doctrina más
profunda y valiosa que jamás se haya expresado
sobre la verdadera naturaleza de la filosofía y de la
ciencia en general. Toda la historia del pensamiento
anterior al marxismo se interpreta en función del
desarrollo y la posibilidad de aparición del mismo.
Desde el paradigma marxista, el proceso histórico
de toda la filosofía anterior al marxismo pertenece a
los grados inferiores del pensamiento de la
humanidad, cuyo sentido siempre ha consistido en
evolucionar hasta llegar a su máxima expresión: El
advenimiento del materialismo dialéctico marxista,
que según la tesis marxista, es una filosofía
cualitativamente superior a todas las filosofías
anteriores.
En otras palabras, según el marxismo, hemos
llegado al final de los tiempos del espiritualismo,
o al principio de la verdadera ciencia; y desde el
punto de vista antropológico, al nacimiento de la
verdadera raza humana, revestida de una ética y
de una moral científica y real. En tal sentido, Otto
(1960), en su “Manual del Marxismo-leninismo”,
nos expone su visión del desarrollo histórico del
pensamiento de la humanidad, que dio origen al
materialismo dialéctico:
Los filósofos de la antigua Grecia llamaban
“arte de la dialéctica” al arte de determinar
la verdad mediante la controversia en la que
se exponen las opiniones contradictorias de
los interlocutores. A fines del siglo XVIII y
comienzo del XIX los filósofos idealistas
alemanes, Hegel en primer término, entendía
por dialéctica el desarrollo de la idea a través
de las contradicciones reveladas en la propia
idea. Hegel describió detalladamente las
formas principales del pensar dialéctico. Pero
su dialéctica partía de un criterio equivocado,
idealista, según el cual el desarrollo dialéctico
era propio y exclusivo del pensar, del espíritu,
de la idea, pero no de la naturaleza. Según la
expresión de Marx, la dialéctica de Hegel
“se hallaba cabeza abajo”. Para su acertada
interpretación había que darle la vuelta y
ponerla de pie. Esto es lo que hicieron Marx
y Engels, creando así la dialéctica materialista
y proporcionando un sentido nuevo al propio
término de ‘dialéctica’ . (p 63)
En este mismo orden de ideas, Rozhín (1974),
en su obra “Introducción a la sociología marxista”,
insiste en la superioridad del materialismo dialéctico,
con respecto a los materialismos anteriores:
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La filosofía marxista es el materialismo
filosófico acabado. El viejo materialismo
premarxista era un materialismo incompleto,
a medias. La explicación materialista sólo se
extendía a los fenómenos de la naturaleza.
El materialismo metafísico seguía siendo
incapaz de explicar los fenómenos de la vida
social y, en esencia, era idealismo por su
modo de concebir la historia de la sociedad.
El materialismo dialéctico superó el carácter
limitado, inconsistente, unilateral, así como
la naturaleza contemplativa e idealista del
viejo materialismo, que no acertaba a
comprender las condiciones de la actividad
práctica revolucionaria de los hombres ni a
valorar su importancia. Gracias al
materialismo dialéctico, el materialismo
filosófico se extendió por primera vez a la
explicación de los fenómenos sociales, y de
esta manera, la historia y la vida social fueron
concebidas de un modo materialista (p 23)
El materialismo dialéctico, presenta a la dialéctica
como ley fundamental de la materia, que ofrece la
visión correcta para interpretar la pluralidad de los
fenómenos que conforman la realidad del mundo,
especialmente, la realidad social e histórica.
Solamente así, se puede interpretar correctamente
la naturaleza de cada fenómeno de la realidad,
relacionados entre sí por nexos más o menos
estables, sujetos a leyes de la misma dialéctica. Todos
los fenómenos y sus conexiones obedecen a leyes
estables. Nada está en manos del azar.
Por otra parte, el materialismo dialéctico niega
cualquier posibilidad de entrada del azar, o de
cualquier otra influencia no material como explicación
de la realidad; y propone, en consecuencia, la
necesidad de las leyes de la concatenación universal
de los fenómenos. En este sentido, el materialismo
dialéctico interpreta la realidad y la conexión de los
diferentes fenómenos desde algunas categorías o
leyes necesarias:
1) La relación de causa y efecto, o relación de
causalidad, en donde se denomina causa de
cualquier fenómeno aquello que originó su
existencia.
2) La interacción. El concepto de causa y efecto se
presenta como la forma más simple y objetiva
de la concatenación de los fenómenos de la
naturaleza. Pero no es suficiente para explicar
todo el proceso. La relación de causa y efecto
sólo puede ser concebida dentro del marco más
amplio de la interacción, en donde la relación de
causa y efecto es más dinámica y pueden
intercambiar los papeles según los procesos
particulares. Es decir, no siempre la relación se
presenta en forma lineal, de la causa al efecto,
sino que puede influirse mutuamente y pueden
cambiar de lugares. Dentro de la totalidad
dinámica y dialéctica, todo efecto puede
convertirse a la vez en causa de otros efectos.
3) Necesidad y Ley. Si la realidad está sujeta a la
causalidad, se desprende que la relación entre
los fenómenos se rige por la necesidad, entendida
como el desarrollo de un efecto, luego de haberse
producido la causa del mismo. De la misma
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manera, se entiende como Ley, la relación o
dependencia profunda y constante entre los
fenómenos y sus causalidades.
4) Cambios cuantitativos y cualitativos en la
naturaleza. El conjunto de rasgos y propiedades
esenciales que hacen de un fenómeno lo que es
y lo diferencian de los demás fenómenos,
componen su calidad. Todas las cosas poseen
la categoría de la cantidad, que se refiere al
conjunto de caracteres que determinan la calidad
específica y propia de cada objeto. En cada
objeto existe una relación de dependencia entre
la calidad que lo especifica y diferencia de los
demás objetos; y la cantidad de propiedades y
caracteres que determinan su calidad específica
y concreta.
5) Pasos de los cambios cuantitativos a cualitativos:
Los cambios cuantitativos suelen ser en los entes
concretos, más o menos graduales, estos
cambios cuantitativos son constantes y nunca se
detienen, y llegado el momento crucial, producen
cambios cualitativos en los objetos. Entonces,
se dice que la cantidad produce una nueva
calidad en los objetos.
6) “El salto”, consiste en el momento preciso y
crucial en el desarrollo dialéctico de la materia,
en que el cambio cuantitativo produce una nueva
calidad.
7) “La bifurcación” presenta la lucha de contrarios
como fuente principal del desarrollo dialéctico
de la realidad.
Visto de esta forma, para el marxismo, la unidad
y lucha de contrarios se convierte en la fuerza motriz
que explica la naturaleza del desarrollo dialéctico de
la realidad. Se entiende por contradicción dialéctica,
la existencia de un fenómeno de aspectos contrarios,
que se excluyen mutuamente, pero que al mismo
tiempo coexisten en unidad y se presuponen dentro
del mismo fenómeno o proceso en relación recíproca,
que se manifiesta en la lucha de contrarios. Todo
desarrollo consiste en que en todo momento, la cosa
es idéntica y a la vez no es idéntica en “esencia” a sí
misma, sino que su ser es en desarrollo dialéctico,
en donde la lucha de contrarios produce los cambios
cuantitativos hasta producir “el salto” hacia una nueva
calidad, en donde aparece un objeto radicalmente
distinto al anterior, pero que mantiene en su nueva
calidad aspectos cuantitativos positivos de los
elementos en antigua contradicción. Y en este nuevo
objeto, producto de la “síntesis” nace la nueva
contradicción, o “la negación de la negación”, y así
continua el desarrollo dialéctico de la totalidad de la
materia en cada una de sus manifestaciones
concretas.
Entonces, ¿cómo se entiende el proceso del
conocimiento desde el materialismo dialéctico?
Como consecuencia lógica de su materialismo, se
defiende la tesis de la unidad ontológica entre la
conciencia y la realidad, como pertenecientes al
Universo material, y por lo tanto, sujetos a las mismas
leyes generales de la dialéctica materialista. Al existir
unidad ontológica en la naturaleza de la conciencia y
del mundo objetivo, se elimina “el problema del
puente”, ya que no existe dualidad entre el
pensamiento y la materia.
Sin embargo, existe una diferencia en cuanto a
la calidad entre la conciencia y los objetos de la
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realidad, en donde la conciencia se manifiesta, en
cuanto a conocimiento, como reflejo de la realidad.
Es decir, primero es la realidad, y gracias al proceso
sensitivo la conciencia se hace reflejo de la realidad,
copia fiel de la realidad. Spirkin (1975), en su libro,
“Materialismo dialéctico y lógica dialéctica”, presenta
la naturaleza “refleja” de la conciencia:
El materialismo dialéctico parte del hecho de
que el conocimiento es un reflejo del mundo
en la conciencia del hombre, inseparable del
cambio del objeto de conocimiento en el curso
de la práctica social. Momentos iniciales de
la teoría del conocimiento del materialismo
dialéctico son la resolución materialista del
problema de las relaciones entre el pensar y
ser y el reconocimiento como base del proceso
del conocimiento de la práctica social, la cual
es la interacción del hombre con el mundo
que le rodea a través de las relaciones de los
hombres unos con otros en las condiciones
históricas concretas de la vida social. El tipo
fundamental de práctica es la actividad
productiva de los hombres, encaminada a la
reproducción del proceso material de su vida.
La práctica es base de la formación y
desarrollo del conocimiento en todos sus
grados, fuente del saber, estímulo fundamental
y meta de conocimiento, criterio de la verdad
de los resultados del proceso de conocimiento
(p 41)
Por lo tanto, la praxis permite el proceso
dialéctico del conocimiento en la conciencia, y
fundamenta las opciones éticas y morales dentro
de un espacio histórico concreto. En este sentido
se comprende, que en el trabajo es donde el
hombre se hace a sí mismo como calidad distinta
del resto de los seres vivos. Kosik (1984),
presenta el papel antropológico, ético y ontológico
de la praxis:
La problemática de la praxis en la filosofía
materialista no se basa en la distinción de
dos esferas de la actividad humana, o en
una tipología de las posibles y universales
intencionalidades del hombre, ni tampoco
surge de la forma histórica de relación
práctica con la naturaleza y con los
hombres como objetos manipulables, sino
que se plantea como respuesta filosófica a
esta cuestión filosófica; ¿quién es el
hombre, qué es la realidad, y cómo se crea
esta realidad?
El concepto de la práctica, la realidad
humano-social se presenta como lo
opuesto al ser dado, es decir, como aquello
que forma al ser humano a la vez que es
forma específica de él. La praxis es la
esfera del ser humano. Se ha puesto de
relieve el verdadero carácter de la
creación humana como realidad
ontológica. La existencia no sólo “se
enriquece” con la obra humana, sino que
es ella y en la creación del hombre –como
en un proceso ontocreador- se manifiesta
la realidad, y en cierto modo se produce
el acceso a ésta. En la praxis humana
acontece algo esencial, que no es un mero
símbolo de otra cosa, sino que posee en
sí su propia verdad y tiene, al mismo
tiempo, una importancia ontológica. (p
240)
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Año 3 / Vol. 1 / No. 5. Valencia, Enero - Junio 2006
La ética del materialismo dialéctico • Gerardo Barbera • PP 96-108
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Por esto, gracias al trabajo el hombre se hace
una realidad ontológica. La praxis se convierte en
el criterio de correspondencia entre el
conocimiento de la conciencia, las relaciones
interpersonales y la realidad. Así pues, la
verdadera ciencia se hace en la práctica de la
ciencia. La verdad social se construye en la práctica
social, todo el conocimiento humano, incluyendo
el arte, la ética y la moral, surge de la actividad
creadora del hombre, que nace de la actividad
concreta. No sólo el conocimiento es fruto de la
relación del hombre con el medio a través de la
praxis, sino, que el mismo ser del hombre es
formado en el proceso del trabajo concreto.
De esta manera, estableciendo que el hombre
se hace a sí mismo a través de la praxis laboral,
se deduce que el factor laboral condiciona la
historia de la humanidad. En otras palabras las
relaciones laborales, que se manifiestan en los
diferentes modos de producción, y modo de
propiedad sobre los medios de producción
determinan el estado estructural de la sociedad
en un momento y espacio determinado de su
desarrollo histórico.
De hecho, este desarrollo histórico, se da
según las leyes de la dialéctica, pero aplicadas a
la historia de la sociedad, que está determinada
por la forma de producción y por su modo de
propiedad de los medios de producción. En la
sociedad actual los medios de producción están
en manos del capital, que a su vez pertenece a
una clase social minoritaria, llamada burguesía, o
capitalistas, quienes son los dueños del capital y
de los medios de producción.
De esta manera, surgen dos clases, los dueños
y dominantes, llamados burgueses, y los
trabajadores, llamados proletariados. El actual
modelo capitalista favorece a unos pocos, y lleva
a la marginalidad a la gran mayoría de
proletariados. Según la tesis marxista, la revolución
consiste en cambiar la estructura social, en donde
ya no existan capitalistas y obreros, sino la
comunidad de iguales; para lo cual se hace
necesaria acabar con el actual modo de propiedad
capitalista de los medios de producción, y crear
el socialismo que consistiría en primer orden, en
colocar en manos del pueblo la propiedad de los
medios de producción; es decir, la industria no
sería de un solo dueño, sino de todos sus obreros,
los medios de producción serían de quienes los
trabajen, y todo esto bajo la coordinación del
Estado, que estaría compuesto por los verdaderos
representantes del pueblo.
En lo esencial, el proceso de revolución en
donde hay que acabar con el sistema capitalista
de la estructura social actual, determina los
criterios éticos de la moral revolucionaria
propuesta por el marxismo. Sin duda, la lógica de
la ética marxista es cruda y fatal; todo aquellos
que favorezca la destrucción del sistema capitalista
es revolucionario, y en consecuencia, desde lo
moral, sería lo bueno. Y todo aquello que retarde
la destrucción del capitalismo es contra la
revolución, y moralmente, considerado como lo
malo.
La ética del marxismo no entiende de diálogo,
ni de encuentro, ni de compartir, ni de pluralidad.
Desde el marxismo, todo aquel que sea diferente
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pertenece al pasado, y consciente o
inconscientemente, desde el aspecto político
ayuda al estado capitalista, por lo tanto no existen
inocentes, todo aquel que no sea marxista es
culpable, es malo, es el enemigo..., y al enemigo,
ni agua. En definitiva, la ética del marxismo es la
moral de su revolución, que consiste en la
destrucción del capitalismo y de todo aquello que
impida la construcción del estado socialista y del
advenimiento del comunismo, como última etapa
de la historia.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Kosik K. (1984). Dialéctica de lo concreto.
México: Ed. Grijalbo
Núñez Tenorio, J. (1978). Introducción a la
sociología marxista. Caracas. Venezuela: Ed.
UCV.
Otto, K. (1960). Manual del marxismo-leninismo.
México: Ed. Grijalbo.
Rozhin, V. (1974). Introducción a la sociología
marxista. México: Ed. Cultura popular.
Spirkin P., A. (1975). Materialismo dialéctico y
lógica dialéctica. México: Ed. Grijalbo.
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